viernes, 26 de noviembre de 2010

Siempre he tenido un affaire tortuoso y complicado con mi peso, recuerdo haber ido a la piscina en donde un hombre muy nombrado en los años 80's dictaba cursos de natación, impulsada por mi madre y una señora metiche, decidí ingresar a practicar ese deporte por el verano. Pero no puedo dejar de plasmar aqui el rol de la vieja metiche que recien mencioné; mientras mi madre trataba de convencerme de hacer deporte, ella intervino y dijo que yo estaba bastante gordita, miento, la verdad es que dijo gorda, al escuchar esa palabra que me ha perseguido toda la vida en bocas de infantocrueles sin corazón y por supuesto desnutridos, inmediatamente le clave una mirada iracunda proveniente de los 7 infiernos; de esos que nadie conoce ni quiere conocer y que ni siquiera se sabe si son 7, 8 o más o no existen y son usadas para acercar más al negocio católico; porque "o si no, te irás al infierno" y solo porque no te comiste los porotitos de la mamá.

Volviendo a la ilustre vieja copuchenta, a la cual imaginariamente le clavaba mis ojos como bísturis recien sacados de su delicado envoltorio de papel; para vengarme de ella, exclamé que no aguantaba mas sentada, parandome rápidamente entrando la guata discretamente y haciendo notar en ese entonces mi aún cuerpo escultural, grandote, pero aún escultural; una Julie Newmar Plus papas fritas, gaseosas y dulces frente al televisor. Creo que de todas maneras exagero, as usual, y soy solo una copia barata de la tan coqueta zapallito italiano con unas cazuelas menos, pero si con todo lo que se come frente al televisor.
Hoy 9 años y 10 kilos (como era de esperar: de más y no de menos) no he solucionado tal problema, tengo una nueva amiga que se resiste a ser amiga de insulina, y definitivamente sigue siendo amiga de televisión y otros dulces invitados. Doy gracias a mi tránsito intestinal, pero no a Activia, por aparentar tener aún buena figura.

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